1. Escucharás el idioma del alma, aunque no entiendas la lengua del pueblo.
Aprenderás a mirar a los ojos, a leer los silencios del cabécar, el bribri, el maleku… y hablarás con respeto a través del gesto y la humildad.
2. Honrarás cada paso en la montaña como si fuera oración.
Tus botas cruzarán ríos bravos, senderos de fango y selva cerrada, porque la salud no espera al buen clima ni a la carretera.
3. Llegarás, aunque el camino duela.
La falta de transporte no será barrera: caminarás, remarás, subirás… con mochila al hombro y corazón encendido por tu vocación.
4. Ofrecerás consuelo antes que receta.
Porque a veces no hay medicina, pero sí palabra, compañía, escucha y fe. Y eso también cura.
5. Comerás poco, dormirás menos, pero nunca faltarás.
Sabrás lo que es sentir frío, hambre o soledad en lo alto de una montaña, pero no lo usarás como excusa para abandonar tu misión.
6. No mirarás con superioridad la medicina ancestral.
Serás puente entre el saber de la tierra y la ciencia. Aprenderás del chamán, del abuelo, de la partera. Sanarás desde el encuentro, no desde la imposición.
7. No juzgarás la pobreza, ni cobrarás por aliviar el dolor.
El valor de tu visita no se mide en colones, sino en vidas que siguen latiendo.
8. Guardarás fuerzas para lo urgente y alma para lo imposible.
Habrá noches sin abrigo, partos sin luz, emergencias sin ambulancia. Pero tú serás esperanza con bisturí o sin él.
9. Darás todo, aunque el Estado te dé poco.
Lucharás con poco equipo, sin señal, sin farmacia, sin apoyo. Pero tu deber no será por salario, sino por humanidad.
10. Recordarás cada amanecer que tu presencia es un milagro para muchos.
Donde no llega la señal, ni el gobierno, ni la prensa… tú estás. Y eso te convierte en más que médico: en guardián de la vida.
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